Ciencia/Tecnología

Auroras boreales. La luz de las Valquirias

A lo largo del tiempo, los humanos han mirado al cielo para contemplar el esplendor del universo y lo desconocido. En ciertas épocas del año, en las zonas polares de la Tierra, se produce un majestuoso espectáculo de luces y colores en el cielo nocturno. Las luces que se ven desde los cielos del norte se llaman auroras boreales, una combinación del nombre de la diosa romana del amanecer, Aurora, y el nombre griego del viento del norte, Boreas. La aurora boreal es visible sólo en los cielos del norte y por eso también se la conoce como luces del norte. Este fenómeno también ocurre en los cielos del sur; la contraparte se conoce como aurora austral, cuyo nombre deriva de la palabra latina que significa “del sur”.

Valquirias

Las valquirias son vírgenes guerreras, montadas en caballos y armadas con cascos y lanzas. Cuando salen a cabalgar para cumplir su misión, sus armaduras arrojan una extraña luz parpadeante que se refleja en los cielos del norte, formando lo que los hombres llaman auroras boreales o luces del norte.
Mitología de Bulfinch, 1855


La causa de estas grandes luces comienza muy lejos de la Tierra, en el centro de nuestro sistema solar. La corona solar es la parte más externa del sol y también la parte que produce temperaturas que varían en millones de grados. Esta corona, a veces, expulsa un flujo enrarecido de plasma caliente (un gas que consiste en electrones libres y positivos) al espacio exterior. Esta expulsión de plasma se conoce como viento solar. El viento solar viaja a través del espacio hasta que se acerca a la Tierra.

La magnetosfera de la Tierra consiste en el área dominada por su campo magnético. La magnetosfera, que se extiende más allá de la atmósfera terrestre hasta el espacio exterior, bloquea gran parte del viento solar y hace que se disperse. Los vientos solares aportan energía y material a la magnetosfera, lo que hace que los electrones e iones presentes en ella se enciendan. Una vez energizadas, estas partículas se desplazan a lo largo de las líneas del campo magnético hacia las regiones polares de la atmósfera. La luz se emite poco después de que se produce esta transferencia y suele estar dominada por un brillo verdoso, producido por emisiones de energía atómica, y también por un brillo rojo oscuro, especialmente a grandes altitudes y niveles de energía más bajos. Estos dos colores representan transiciones de electrones y energía atómica, en ausencia de nuevas colisiones, que continúan durante períodos prolongados de tiempo y explican el desvanecimiento y el brillo que se producen. Otros colores, como el púrpura y el azul, se pueden ver cuando la energía atómica y el nitrógeno molecular interactúan, pero estas manifestaciones tienden a ser de menor duración.

El mejor lugar para ver la aurora es cerca de los polos magnéticos de la Tierra. Sin embargo, se puede ver en latitudes templadas durante épocas de fuertes tormentas magnéticas. Estas tormentas se relacionan directamente con el ciclo de manchas solares de once años y son más fuertes durante el pico. Estas fuertes tormentas pueden continuar ocurriendo hasta tres años después del pico. En septiembre de 1859 ocurrió una de estas fuertes tormentas magnéticas, y produjo lo que se cree que es la aurora más espectacular jamás vista en la historia registrada. La aurora fue el resultado de la llamarada solar de luz blanca Carrington-Hodgson, que se emitió el 1 de septiembre de 1859. Esta llamarada fue una de las eyecciones de masa coronal más intensas en la historia desde que se tienen registros. La aurora se vio en los Estados Unidos, Japón, Australia y Europa. Fue esta aurora la que permitió ver el vínculo entre la actividad auroral y la electricidad. Muchas de las líneas telegráficas que estaban en uso en América del Norte y Canadá encontraron interferencias durante esta aurora. Varias otras líneas telegráficas habían sido apagadas pero, sin embargo, captaron una corriente inducida geomagnéticamente a través de las líneas de forma que, incluso con ellas desconectadas, permitió que los operadores de telégrafos continuaran comunicándose. Desde entonces, el fenómeno de la aurora ha seguido intrigando a mucha gente. En el futuro, la investigación científica en el espacio exterior puede arrojar más luz sobre el fenómeno de la aurora.

Fuente: Christopher T. Baco

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